
Se para tu recuerdo en mi cabeza como una imagen congelada de esa promesa que nunca te nació de la boca, como un retrato eterno que llevo siempre conmigo en el bolsillo de la vida. Se para como esas películas mirándote, como esos consejos lógicos, como ese afán salpicado de realidad estúpida, de sinquereres, de imperfección estupefacta. Y en medio de los años, entre los espacios de la música y del tiempo y de bruces contra la infinitud de los días, ¡qué más quisiera! oir por primera vez aquel disco, que trajeras contigo el fin de la impaciencia de las cuatro, la risa a destiempo y el mundo amigo de las cosas que no están, pero que siempre están llegando y que vuelven. Todo. Todo se para, cierto y seguro, en mi cabeza pensativa de agradecida y en deuda.