martes, 8 de julio de 2008
Un minuto de silencio
No os dejéis engañar por el título, no voy a escribir sobre nada tétrico, sino todo lo contrario. Ayer estuve viendo una película argentina con este nombre que pensé que podría interesar a alguien y que probablemente ese alguien no sepa ni que existe... El caso es que la peli muestra una familia de clase media que se encuentra en la ruina al quedarse los padres sin oficio ni beneficio (padre quiere ser payaso, abuelo obliga a padre a trabajar en una fábrica, padre trabaja en fábrica, fábrica va a pique, padre vuelve a su oficio de payaso) La peli lo pone todo en plan dramático: el padre no puede encontrar trabajo como obrero especializado (por eso al final vuelve al circo), la madre sólo encuentra un trabajo de planchadora pero que se le acaba al mes y medio, ninguno parece tener familia ni amigos que les echen una mano, como tampoco ningún tipo de propiedad, derriban el colegio de los niños, cierran la biblioteca (único lugar de donde, al pedir prestados los libros, la familia podía surtirse de imaginación y de un escape de la tragedia diaria), etc. El caso es que pasan de su vivienda de alquiler a una chabola en la cima de un monte desde donde puede verse Buenos Aires. ¿Lo negativo? La incertidumbre, la falta de recursos, la inseguridad, la sensación de no sentirse indispensable... ¿Lo positivo? (como repiten incansablemente el protagonista y su amigo el Gordo) Una familia unida y sana, el amor y la confianza que les unen, el sentido del humor, un mínimo techo al aire libre, la esperanza que les da la Iglesia (a la que vuelven de manera bastante curiosa)... La calidad de la peli o del guión no parece ser especialmente buena, pero me quedo con el optimismo de Eduardo Blanco (el actor inseparable de Ricardo Darín y que esta vez comparte cartel con la hermana de éste), que a pesar de todo consigue cumplir su sueño, el de su padre fallecido y el de su propia familia: ir al mar. Sonriendo a las adversidades y poniendo cara de chiste a los problemas de la vida, que se basta a sí misma y que siempre encuentra recursos para salir a flote. Sin duda es una película que serviría como antídoto para tanta gente que sólo sonríe ante la comodidad y el materialismo satisfecho, para los que se regocijan en la desesperanza o para los que ignoran que la familia y la propia vida son el remedio para todo tipo de problemas. Para ellos, eso sí, un minuto de silencio. O quizá un minuto de oración, para que sepan confiar. En qué, o en quién, allá cada cual.
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