martes, 26 de agosto de 2008
¿El universo en una cáscara de nuez?
¿Podemos meter todo el agua del mar en una botellita de Solán de Cabras? ¿Qué hay de una frase? ¿Puede una sola frase resumir toda una vida? ¿O una sola página bastar para ver todo el talento de un genio literario? La respuesta es común a todas estas preguntas: no. La desproporción es evidente entre lo que quiere tenerse y lo que realmente se tiene: sólo unos cuantos tragos de agua, unas memorias incompletas y una página con palabras oportunamente combinadas. Lo demás es todo especulación. Lo sencillo contiene la esencia de lo complejo, hay trazos de genialidad en muchas de las frases de los grandes autores de la literatura universal.
Y ahora, intenten hacer lo mismo explicándome hasta qué punto puede ser comprensible una situación como ésta: una llega a casa de trabajar, deja todas las cosas sobre el sillón, saluda a la familia, besitos a los peques, al marido..., y de repente dice: "¡veréis, llevo 23 años trabajando en esta empresa, entre el sueldo que me dan y los gastos que por mi ausencia se producen en casa, he desarrollado un aborrecimiento prematuro de mi mundo laboral en pro de un aumento de efectividad afectiva hacia los miembros de mi familia que, unido a mi instinto maternal -parcialmente nublado por mi ambición profesional que por otro lado no pienso abandonar- me hacen derivar en un sentimiento positivo de cariño exacerbado hacia vosotros, simpáticos seres sonrientes!" (.......) Intenten llevar a cabo el mismo ejercicio de imaginación pensando en que es un hombre quien cruza la puerta y se dirige en estos términos a su familia (.......) Bien, aunque parezca que este último caso se acerca más a la realidad, tampoco es creíble. Lo cierto es que lo acertado sería más bien decir un "¡Cuánto os quiero, os he echado mucho de menos!". De nuevo, y como dijo en su día el autor de El Principito, "lo esencial es invisible a los ojos". Los procesos entre lo racional del asunto (difícilmente aislable, pero las ansias de racionalizar el mundo no conocen límites) y la esencia de éste es lo que unos llaman complicación, otros intuición, y otros racionalización. Las dos primeras pertenecen al ámbito de lo femenino, según marca la tradición, y la última al dominio masculino de poder sobre lo visible y lo invisible (las ansias de poder tampoco conocen límites).
A lo que iba, que me estoy liando... "soy tan racional que me cuesta entender a las mujeres". No es una frase de Schopenhauer ni nada parecido, es una afirmación proveniente de un sector de la población nada minoritario ni extremista, sino más bien que camina en la más absoluta de las normalidades: el hombrensusveintitantos. Para este sector poblacional, las mujeres se corresponden con su concepto de "algo raro con reacciones sin sentido", quizá con una poderosa inteligencia emocional que las lleva a ser más intuitivas que racionales, y por tanto más incomprensibles. "¡Cualquiera sabe qué pasos se han saltado (incluidas en un proceso de racionalización lógica masculina) para llegar a esas conclusiones!"
Decía una mujer hace poco que el sentimiento es el resultado de procesar las emociones. El hombrensusveintitantos estaba de acuerdo, y de ahí surge la dicotomía de procesar las emociones más rápido (o sin velocidad alguna, sino por mera identificación de una cosa con la otra) a la manera de la intuición, o de hacerlo lenta pero eficazmente atravesando arduos y latosos filtros racionales, asimilando qué diantres es esa cosa llamada emoción que ha aparecido en su vida entre ecuación y ecuación. Traduce esto a toda una vida, con todos sus matices, y entenderás -no sólo la paciencia de la mujer y el mérito del esfuerzo del hombre- la regla de oro: menos es más. Menos racionalización, luego más intuición. Menos complicación al cuadricular las cosas, igual a más ahorro de procesos lógicos mentales, igual a más practicidad. La eficacia la compartimos a partes iguales, probablemente. Necesitamos mutuamente enriquecer nuestra manera de conocer el mundo.
El final es sencillo, porque más allá de los hombresensusveintitantos el debate se reduce: "Mujeres. No hay quien las entienda".
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