martes, 27 de marzo de 2007




Hace tiempo que no paso por aquí, pero hoy vi la puerta cerrada y -como cuando un niño travieso se pone de puntillas para coger el paquetito de galletas de la encimera-, le di un empujoncito y pasé sin llamar. Dejé mis cosas sobre la cama y me senté frente al escritorio de madera oscura. Leí durante un rato. O escuché. O vi, con la imaginación. Es curioso cómo todas nuestras aprehensiones se resumen a veces en un devenir de ideas, impresiones, impactos, emociones..., nuestras capacidades tienen cabida para todo, pero no parece haber un lugar para tantas cosas. Hay que elegir. Levanté la mirada hacia el techo. Cerré los ojos. Respiré hondo. "Conmigo no" -pensé- "por eso quiero sentarme y leer, porque no quiero que cuenten conmigo para pensar por mí. A veces me gustaría decir bien alto lo que pienso, lo que quiero, lo que siento, lo que creo, lo que opino, lo que me entristece y lo que me hace llorar de emoción... Pero no así. No con estas condiciones. No quiero decirlo al oído de esos amigos falsos que profetizan una amistad de papel, no quiero llamar a la radio y regalarme un minuto de gloria, como esos fuegos artificiales que llegan, nos guiñan un ojo y desaparecen..., tampoco es mi idea sentarme a presenciar un debate de universidad en el que todo el mundo se esfuerza por resultar lo más lúcido y ocurrente posible, por caer en las garras de la prepotencia y las ansias del buen actuar (y mejor parecer), no quiero asemejarme a esas almas que vagan por las calles de una gran ciudad, expuestas a la tormenta, y llegan a casa empapadas de agua y consumidas por sí mismas, por haberse traicionado. No quiero poner el mismo nombre a las mismas cosas y pensar en haber sido original." Cogí de nuevo mis cosas y salí a la calle: la misma tormenta, la misma universidad al final de la calle, la misma gente llena de promesas vacías y los mismos fuegos artificiales..., pero más allá de todo ello, reflejada en el escaparate de enfrente, estaba yo misma, satisfecha de haberme librado de todos esos fantasmas, de esa calima de quieroynopuedo, de puedoynoquiero, de siemprefueasí, de nopreguntesporqué y de ponlospiesenlatierra, de ese remolino de estupidez y pobreza que asola a tantos individuos hasta dejarlos sin vida, escupidos en el suelo. "Está bien -pensé sonriendo- ahora ya puedes dejar de gritar"

6 comentarios:

Mónica Armiño dijo...

Wow...me he quedado sin palabras...en cambio tú sí que las sabes utilizar.
Me quedo con las frases:
"No quiero decirlo al oído de esos amigos falsos que profetizan una amistad de papel" y
"la misma tormenta, la misma universidad al final de la calle, la misma gente llena de promesas vacías y los mismos fuegos artificiales..."
Sigue escribiendo tan bien, que yo seguiré leyéndote.

Cristina Sánchez dijo...

¡Gracias!está claro, Mónica, Isabella nos dio a cada una una habilidad... con la palabra y la imagen haremos el mundo un poquito más artístico, ¿eh? Un abrazo

Anónimo dijo...

La verdad es que me ha encantado lo que he leído, porque me ha hecho refrescar ideas, formas de ver las cosas, que están ahí en alguna parte de la mente, pero si no te las recuerdan...

Has ido dando pinceladas a cosas bastante importantes. Vamos que... estás hecha una artista! ;-)

"A veces me gustaría decir bien alto lo que pienso, lo que quiero, lo que siento, lo que creo, lo que opino, lo que me entristece y lo que me hace llorar de emoción... Pero no así"

Eso fue bonito bonito.

Gracias por deleitarnos con esa habilidad que tienes para usar el lenguaje.

Saludos

Juanjo

Cristina Sánchez dijo...

Gracias a ti por tu comentario, Juanjo. En literatura, la teoría de la recepción dice que un texto, una obra, no existe si no es porque alguien la lee. Se necesita la experiencia lectora para dar sentido al texto y, cómo no, la opinión del lector juega un papel importante para quien escribe por su labor crítica (en el mejor de los casos)
Por complicar un poco la cosa, es cierto que puede tenerse o no habilidad para usar el lenguaje, pero en realidad hay mucho de verdad si digo que el lenguaje nos hace ser tal como somos. Es algo recíproco...
Espero un día poder tener la oportunidad de escribir más ampliamente sobre esto en el blog. Un abrazo

Zerepica_n dijo...

Quizá de un tiempo atrás yo no hubiera querido tomarme este café. No porque no me guste, ni porque no quiera. Hoy, ahora le doy un empujoncito a esta puerta entreabierta, que desde que la vi ahí, quise desentornar. Hoy he leído esto y casi me abraso con este caldo. Me he preguntado cómo lo haces para decir. Decir sin decir, para que quien te lea te reflexione, para que piense y te devuelva una mirada cómplice -cómo me gusta-. Poder decir sin decir, es algo que admiro, enhorabuena Cristina.

Cristina Sánchez dijo...

Me alegra mucho que entornes la puerta para dejarte ver. Sé que tú también escribes y que tu leer entre líneas significa mucho, así que me consuela que las palabras de este blog trasciendan más allá de los ceros y los unos de la informática. Decir sin decir es en el fondo la mejor manera de decir, por lo poco que nos gusta que nos interpelen, por lo sutil de nuestro entendimiento y porque las cosas más sublimes están en lo menos evidente. Un abrazo Manu.