martes, 7 de agosto de 2007
La yegua
Esto es puro dadaísmo de la primavera de hace cuatro años... Gran parte está escrito en masculino singular para facilitar la identificación con el lector. Como me importan un pimiento las bobadas y aberraciones lingüísticas por las que lloran las ultrafeministas, diré que usar el género femenino en un texto literario es mucho más restrictivo, digamos que conlleva una carga de género mucho más fuerte, de modo que así todos contentos, una "tabula rasa" para que a nadie le venga grande. Sugiero que escuchéis esta increíble e histórica pieza de J. M. Jarre al tiempo que leéis. Sinceramente, no me acuerdo exactamente de qué tema me inspiró para este texto en particular, pero si no fue éste fue muy parecido. De hecho, otros escritos que he colgado también tienen tema, que igual algún día añado. Sin más preludio, os dejo esta "adivinanza", os retaría a que me comentárais qué personaje, idea o situación os sugiere la descripción (nada física) que doy. Enjoy!
Y la radio de lejos, susurrándome al oído... pidiéndome que despertara de mis sueños. ¿Y por qué? Me preguntaba yo a mí mismo; es esencial que mis sentidos se apaguen para que mi corazón despierte. La razón turbia mi alma de modo inenarrable, es la razón la que empaña mis sentidos, pero sólo aquéllos que me revelan qué es lo que yo mismo escondo dentro de mí. Y esa graciosa emisora rusa me transporta a un mundo de ensueño, un mundo apeteciblemente hostil que me recibe en un pasillo de paredones grises que guardan una aparente frialdad en relación inversamente proporcional a mi entusiasmo. Sonrío como un turista perdido y me refugio en mi propia ilusión, donde me esperan unos niños de cabezas brillantes y ropas de duende, mientras avanzo y avanzo, y los niños me miran como si fuese cierta mi idea de ser un turista de camisa de flores y cámara al cuello. ¡Uno de ellos grita! Caray, cuando tenga fuerzas para levantarme bajaré el volumen de ese cacharro. Entre continuas frases melódicas una dulce somnolencia me lleva al estancado compás de un canal que cruza, que bordea la catedral... de San Pedro. Moderno, sí, pero de una clasicidad perenne que me hace inclinarme sobre mí misma en la góndola, que me obliga a mirar las paredes pardas que parecen querer contarme, cómplices, los muchos secretos que han convivido con ellas durante tanto tiempo... los que tanta gente ha visto y los que nadie se ha parado a contemplar. Este mecer de la pequeña balsita me está haciendo parecer una cuna... Como cuando te cantaban de pequeño que... y la radio toca esa música discreta... ¿un oboe? Eso es, no más alto... En Asia es éste el silencio que se venera, las artes marciales parecen ser un mero adorno del aire, surcan el viento con rapidez imprevisible y acarician la arena suavemente, tan suavemente... y pensar que al oír esto me quedaría en blanco... Eso es que me he despertado y he vuelto en mí, la razón quiere acompañarme de nuevo, pero qué más da, acabo de recordar aquella yegua que alcanzaba la luna y que galopaba más ligera que el viento. Con ella seguro que no me alcanzas. Parece que no avanzo, pero ya estoy a una distancia considerable, casi al otro extremo de la playa. ¡Son tan suaves sus crines! No he podido encontrar mejor apoyo para mis sentidos prácticos. Nunca pensé que, tras el violento trote, el galope fuera a ser tan sugerente. Solté mis manos de las riendas y me dejé caer sobre el lomo del animal... de la persona, de mi propia mente, y cerré los ojos en confianza total hacia mí mismo, hacia mi eterna compañera, sin pensar tampoco en que la arena de la playa fuera a estar a un abismo de la yema de mis dedos, sin pensar ya en la persecución que me llevó a este estado de calma. Cuando las olas comienzan a sentirse chocar contra las rocas, me alzo y sigo pendiente del chapotear de las patas en la resaca, y sigo igual, impasible. Se acabaron las pilas. Parece entonces que la noche cubre mi imaginación y me hace temer a la nada, que desde el fondo hace sonar una pandereta, una curiosa pandereta que lentamente quiere incitarme a ir al pozo, tan lúgubre... me inclinaré, cambiaré de emisora, pero la frescura del campo abierto tampoco me convence. Esto sí, ¡cuánto tiempo hace! Esto... me siento sumergida en un escenario negro, negro pero agradable, como si éste fuera mi hogar... Un rostro blanco me mira completamente inmóvil, y yo, en tono confidente, le devuelvo una mirada neutral, pero bajo mis párpados y tarareo en mi cabeza una melodía de piano que me eleva del suelo, que parece querer espabilarme pero que me adormece de nuevo y me arranca alguna lágrima. Es tan, tan profunda esa línea... tiene un filo tan marcado que atraviesa incluso el rostro blanco, el mío, hasta alcanzar mi razón y estrangularla, mientras la mujer de negro se va, mientras mi mirada la despide.
Sonrío hacia un solo lado, y renuncio por el momento a levantarme, prefiero ponerme de rodillas y esperar a que venga... sí, a que me arrastre el carro de fuego. ¡Ya! Ha venido a por mí, el conductor de una cuádriga de oro ha tomado mi mano y me ha llevado a una plaza de arena, donde se encuentran múltiples carros como el nuestro. Pero míralo desde aquí, desde aquí abajo, mira el escenario... mira la tierra tostada y los palcos cubiertos... pero no les hagas caso, yo he cogido a mi yegua y la he llevado conmigo, lejos... o cerca, no importa dónde, pero iremos a buscar un claro en el bosque, volveremos para buscar la playa y esperaremos a que anochezca para ver la luna desde la roca, y luego iremos hacia allí para observarla... y quizá no haya tirado yo de las riendas... ¿y qué más da? Al menos he cabalgado sin montura.
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6 comentarios:
Hola Cris !
A mi me sugiere la idea de LIBERTAD.
Y bien por tu asco a las ultrafeministas, compartimos el sentimiento.
Hmmm, pues a mí desde el principio me ha parecido un sueño...primero por el estado de semiconsciencia del narrador, cuando habla del sonido de la radio a lo lejos, y poco a poco parece caer en un mundo de imágenes oníricas que se suceden rápidamente.
Me ha gustado mucho por eso, porque me recuerda a mis propios sueños, donde las imágenes se entrelazan sin motivo aparente, dando lugar a esas maravillosas historias que solo suceden cuando caes en brazos de morfeo...
Yo, desde Madrid diría que hablas de la muerte. Yo la muerte la imagino así, ¿sabes? Creo que cuando llega, cuando estemos ahí, a punto de cruzar esa pequeña línea, veremos todo de otra manera.
Creo que esta voz recorre su vida y está satisfecha, recuerda que ha sido libre y que ahora en la góndola que le cruza al cielo empieza a comprender ese «Non omnis moriar» que escuchó algún día, y así empieza a saborear ese momento en que aprendemos a amar aquello de lo que nadie habla, aquello que verdaderamente importa.
Pues yo después de leerlo varias veces, sólo sé que no tengo ni idea de a qué te refieres. Pero disfruto a lomos de la yegua, casi más que el protagonista... ¡El galope es tan sugerente! Me ha encantado.
Aún no nos has dicho la verdad!
Salu2
Bien... llegados a este punto, lo siguiente que postearé será -además de info sobre mis escapadas a Londres- lo que a mí me sugiere después de que estas letras pasaran por mi cabeza algunos años atrás. Coming soon... :)
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