sábado, 14 de abril de 2007

¿Ves?

¿Ves? Ya se ha acabado la guerra. Tal y como te dije. Así que ya he vuelto, y lo veo cuando me agacho y miro cómo mis pies cansados se deslizan por este polvo de ceniza, tierra y escombros, que cubre campos y ciudades, cuestas y llanos, mujeres, niños y soldados, y que tardará mucho tiempo en desaparecer, especialmente de la memoria confundida de los más jóvenes, que querrán creer que han sido parte de un complicado juego, mientras su inconsciente guarda una realidad visible e indescriptiblemente diferente.
Te busco en el crepúsculo de esta tierra que en un tiempo fue mía, y sé que es probable que vaya a ser un trabajo duro, pero ya no me queda más por hacer. Con tantas vidas en mi conciencia y tantas visiones horribles que he tenido que presenciar e incluso causar, siento que ahora mi deber estriba en hacer feliz al menos a una persona, y ninguno de los dos hemos de pensar mucho para saber de quién se trata, pues fuiste tú quien me besó tiernamente en la mejilla y me despidió con una bienvenida, ésa que ahora no deja de repetirse en mis oídos, ésa que me hace pensar que después de todo este tiempo ya te tengo por fin muy cerca. Aun tras haber estado en el punto de mira del enemigo y haber tenido que acostumbrarme a tener los ojos muy abiertos para poder mantener mi promesa de volver vivo tras el conflicto, nunca en todo este tiempo han estado mis ojos tan atentos como ahora que te busco por todos los rincones posibles. Me acerco cada vez más a esa casa que hacía esquina, por donde giró el convoy cuando nos dirigíamos contra nuestro primer objetivo. Ahora mi objetivo es cumplir la promesa de seguirte los pasos hacia dondequiera que vayas, por tierra o por mar, por río, a pie o sentados en la colina frente al amanecer en un viaje por el que nadie es capaz de seguirnos.
No estás en esa casa. Sé que mucha gente ha tenido que esconderse para esquivar a las tropas enemigas, así que pondré todo mi empeño en imaginarme qué sitio habrás elegido tú para huir de esta hostilidad pretenciosamente fútil que siempre, y nunca, está a punto de acabar. Te imagino trémula pero firme, acurrucada pero orgullosa, desalentada pero optimista, hundida pero aún así valiente, mucho más resuelta que aquellos aguerridos soldados que disparaban de noche, lloraban de día y escribían en un diario todos los temores que ellos mismos provocaban al bando contrario, que en muchos casos no quisieran sino abrazarlos y dejar que sólo el tiempo resolviese sus diferencias. Y ahora que recuerdo tus preferencias intento buscarte en algún campo de trigo, pero no lo encuentro, tampoco encuentro ninguna tienda de sombreros o de flores ni ninguna granja que permanezca en pie, la intensidad de los últimos ataques no dejarían ver la puesta de sol ni el atardecer rosa sobre el que tantas poesías escribiste, no te encuentro de frente en ninguna ventana contemplando el movimiento de las calles, ni asomada a ningún balcón. No te encuentro cantando con los pájaros ni andando descalza por el pasillo. No te veo leyendo en la orilla del río ni te veo dormida con un libro abierto sobre tu regazo. No te veo alegre ni te veo llorando, y cuanto más te busco más pienso que eres muy buena buscando escondites, así que decido buscar más a fondo y alejarme de mis recuerdos para acercarme a las ruinas de ése que, aunque nunca fue ningún edificio importante, al menos fue el “nuestro”. Según subo el esqueleto de las escaleras me doy cuenta de que la señora Müller nunca volverá a saludarnos con su acento peculiar, el pianista dejará que otras generaciones se ocupen de Bach, y me doy cuenta también de que sólo he de buscarte dentro de mí, porque fuera ya no estaremos juntos, y el atardecer tendrá que esperar a que lo miremos desde arriba. ¿Ves? Ya se ha acabado la guerra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Cristina,

Me ha gustado mucho tu historia sobre el otro lado de la guerra, el lado humano, lleno de multitud de historias que como esta deben recordarnos que nunca hay que perder la esperanza, que hasta en una situación tan trágica como puede ser una guerra hay siempre espacio para encontrar algo hermoso como el amor de tus protagonistas.

Un saludo

Cristina Sánchez dijo...

Gracias, Alberto. Creo profundamente en que siempre hay una razón para dar las gracias a Dios por la vida; puede que la razón sea evidente para unos mientras que para otros "lo esencial es invisible a los ojos", como dijo Antoine de Saint Exupèry en "El Principito" (es que esto es un blog literario...jeje) Como dice la Biblia en 2 Corintios 4, 18:

"Ya que nosotros no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son parajeras, y en cambio las invisibles, eternas."

Invertir en lo eterno siempre sale más rentable... Un abrazo