domingo, 15 de abril de 2007

YOM HASHOAH


Hoy, para la memoria, es un día triste. Para todos. Es un día que no han llegado a ver todos los que perecieron a la sombra del ejército alemán de la vergüenza, pero en el que sus familiares aún los recuerdan por quiénes fueron, lo que significaron, y lo que su muerte ha supuesto para todo un pueblo. Por estos seis millones de judíos, hoy Yom Hashoah o día del Holocausto, y por todos los que no volvieron a ver la luz más allá de los muros de los campos de concentración nazis dispersados por la Europa dominada, se ha inaugurado en Madrid un monumento a las víctimas de la masacre y para -como aparece inscrito en hebreo en el propio monumento- que toda la humanidad "recuerde". Allí, junto a quienes nos emocionábamos con la oración del Kaddish (foto superior) y con los versos de Elie Wiesel, estaban el Presidente de la Comunidad Judía de Madrid (Jacobo Israel Garzón), el Rabino de la Sinagoga Masortí de Madrid (Moshe Bendahan), el embajador de Israel en España (Víctor Harel), el Defensor del Pueblo (Enrique Múgica), la concejala Ana Botella... pero pese a tantas caras conocidas, toda la atención estaba centrada en el recuerdo de millones de almas libres que se vieron reducidas, sino al olvido, sí al más absoluto de los desprecios: la incertidumbre y el destierro de toda chispa humana y divina. Voy a citar al respecto unas palabras de Primo Levi, superviviente italiano de Auschwitz y autor de una interesantísima trilogía autobiográfica:


Si esto es un hombre


Los que vivís seguros

en vuestras casas caldeadas.

Los que os encontráis, al volver por la tarde,

la comida caliente y los rostros amigos:

considerad si es un hombre

quien trabaja en el fango

quien no conoce la paz

quien lucha por la mitad de un panecillo

quien muere por un sí o por un no.

Considerad si es una mujer

quien no tiene cabellos ni nombre

ni fuerzas para recordarlo.

Vacía la mirada y frío el regazo

como una rana invernal.


Pensad que esto ha sucedido;

os encomiendo estas palabras.

Grabadlas en vuestros corazones

al estar en casa, al ir por la calle,

al acostaros, al levantaros;

repetídselas a vuestros hijos.

O que vuestra casa se derrumbe,

la enfermedad os imposibilite,

vuestros descendientes os vuelvan el rostro.



Que la estrella de David, que mira al cielo desde el monumento, ilumine el camino para que, como sugiere Levi, podamos ser hombres y mujeres libres y vehículos de paz. Shalom.

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